¿Leer nos hace mejores personas?
El acto de abrir un libro ha sido cargado con un aura casi mágica. Se dice que abre puertas, que alimenta la mente, que despierta la sensibilidad y que nos acerca a la consideración la experiencia de lo humano. Y en parte es cierto: leer nos ayuda a imaginar, a ponernos en la piel de otros y abrir la mirada sobre el mundo.
Pero hay una confusión frecuente: leer no transforma automáticamente a nadie. Podemos devorar novelas profundas o ensayos brillantes y aun así, que nuestros prejuicios, egoísmos e indiferencia se mantengan. La lectura, por sí sola, no nos convierte en seres más éticos ni más bondadosos.
Lo que sí puede hacer es abrir una pequeña posibilidad , un intersticio por donde se puede colar algún cuestionamiento que empiece a conmover. Un buen libro nos confronta con preguntas incómodas, nos recuerda que el otro existe, nos incomoda con realidades que quizá preferiríamos ignorar. Leer no siempre es un una actividad cálido: también puede ser un espejo lleno de confrontaciones al que mirarnos y reconocernos como sujetos en contradicción.
La empatía es un ejemplo. Algunos estudios muestran que leer ficción literaria favorece la capacidad de interpretar emociones ajenas. Sin embargo, sentir por unos minutos lo que vive un personaje no garantiza que después actuemos con compasión en la vida real. La lectura puede sembrar la semilla, pero la práctica cotidiana es la que hace crecer el árbol.
Quizá el problema no está en la lectura, sino en lo que hacemos después de leer. Si cerramos un libro y lo dejamos todo ahí, el efecto se desvanece. Pero si permitimos que lo leído nos toque, que alimente nuestra autocrítica y dialogue con nuestras decisiones, entonces sí hay un camino de transformación posible.
Leer no nos hace mejores personas de manera automática, pero sí puede darnos los recursos para llegar a serlo. Al final, los libros son como llaves: abren puertas, pero somos nosotros quienes decidimos si queremos cruzarlas.
Deja un comentario